Segunda Jornada (II)

• 27 Dic 2007
Salama, el Mercader de Dajla
Salama, el fuerte, tiene trece años y sobre sus espaldas (le duelen) recae todo el peso de su casa. Quiere ser mecánico y soy testigo de que vale para ello, creo que Inma también lo puede certificar. ¡Que diferencia con los niños de su edad de este nuestro primer mundo, idiotizados con tanta Play, tanta caja tonta y tanta ropa de marca! Con sus trece años ya ha realizado hazañas que yo, con mis treintaydiez, sólo alcanzo a imaginar.
En algunas ocasiones olvida su guión de jefe y juega como el niño que es. Después le cuesta retomar su papel y a veces llora a escondidas. Sé que no le gustará que yo desvele este secreto, pero él sabrá algún día lo que yo le admiro y le respeto.

El taller con el que sueña Salama.

Rosa, de hisparaui, viendo con sus ojos lo que tantas veces ya le había contado

Daff (como la cerveza de los Simpsom) no se separaba de nosotros un momento.

La ceremonia de la genna

Después del reposo que la genna requiere y…

después de dar buena cuenta de una bolsa de caramelos …

Nos fuimos a buscar a Albarka Salma, la refugiada de los refugiados. Un reencuentro que yo esperaba de forma especial. ¡Cuántas veces he visto sus fotos y he pensado en ella en este último año! No esperaba que ella me recordara. ¿Cómo iba acordarse de aquel españolito con pinta de aventurero del siglo XXI, que un día se entró en su haima acompañado de un gallego y una recría, que le hizo unas fotos y le entregó cincuenta euros? Cuando llegamos estaba acarreando los sacos de harina y azúcar que de la Ayuda Internacional le correspondían.
Hacía dos meses que la harina no llegaba a los Campamentos y jode, vaya si me jode, que esto no sea noticia para ninguno de los plurales medios de comunicación de nuestro país. Quizá esto avergüence a tanta gente que a nadie le interesa que se sepa. ¡Qué ingenuidad la mía! lo que pasa es que los periodistas y políticos están ocupados con otros asuntos mucho más importantes.

Al día siguiente Albarka Salma vino a nuestra haima a pedir disculpas por no habernos atendido como ella hubiera querido y a obsequiarnos con tres collares. La que no tiene, da lo poco que tiene a los que mucho tienen.


Parte de nuestra pandilla posando

Halia, un pinpollo con muelles en los pies, me recordaba a El Principito.

Daff

Nafic, mi segunda sombra

Naku, nuestro pececito del desierto. A veces, su preocupación por nosotros se instalaba en su semblante y sólo un caramelo le devolvía su sonrisa limpia.

Disfrutamos un rato de la recién estrenada haima de Muga

Administran tan bien su pobreza que parece que estuvieras en un cuento de la Mil y Una Noches

Rosa hizo un té hisparaui y tengo que decir que no se le dió nada mal.

Mientras, nos prepararon una fiesta sorpresa con los globos que llevamos.

Fiesta hasta las dos. Dos fiestas, una clandestina.

En este momento del relato, Scherezada advirtió que se acercaba el nuevo día y calló discretamente.

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