La Ruta del Onceno

• 28 Feb 2012

 

Esta ruta discurre por el antiguo y sinuoso camino de herradura que une Navezuelas con Guadalupe. Está dedicada al rey Alfonso XI, el onceno,  el victorioso de la batalla del Salado, el fundador del Real Monasterio de Guadalupe, que gustaba cazar osos por estos parajes. Se sabe que en ellos también disfrutó de sus amores prohibidos con Leonor de Guzmán “en fermofura la mas apuefta muger que avia en el Reyno”.

Las crestas cuarcíticas de las sierras del Viejas

En su Libro de la Montería describe con detalles estas sierras diciendo de ellas: El monte de sobre Sancta María de Guadalupe es buen monte de oso en verano”.  Y debiera de ser así, pues varios reyes de la época tenían sus mejores cazaderos en las Villuercas. Un siglo antes, en 1220 había muerto en Cañamero en un lance con un oso el infante Sancho Fernández, hijo del Rey Fernando II y hermano de Alfonso IX de León. 

Pero al igual que esta ruta lleva nombre de rey, motivos no le faltarían para haberla denominado de los extraperlistas o de los maquis, pues durante décadas los unos y los otros patearon estos senderos perseguidos por los civiles. Hasta 1947 estuvo la partida del Chaqueta Larga operando por la zona.

Está asentado Navezuelas al abrigo del Pico Villuercas, en las faldas de la sierra de las Acebadillas a 930 m. de altitud, muy cerca del nacimiento del río Almonte. Dicen  de los terrunqueños, que provienen de gentes nórdicas por abundar en Navezuelas los rubios de piel blanca y buena estatura. 

Pico Villuercas

 

Comenzaremos la ruta en la iglesia del siglo XVI  de Santiago Apóstol, patrón de Navezuelas. Tomaremos la calle Nueva y saldremos del pueblo por la calle Villuercas. El camino, empedrado en algunos tramos, ya se empina en sus inicios hasta llegar a los pies del pico Carpinteros, en el Collado de la Pariera a 1240 m. de altitud. En el siguiente tramo el camino se hace vereda para cruzar una pedriza en la que los robles crecen cubiertos de líquenes y musgos, entre helechos y brezos. Con poco llegaremos al collado de los Ajos a 1220 m. Desde este punto ya se pueden divisar las crestas cuarcíticas de la Sierra del Viejas. Desde aquí comienza una bajada hasta el río en la que hay que andar con cuidado, pues las piedras sueltas de las pedrizas pueden jugarnos una mala pasada.

De este valle cuenta el rey que nombra a la ruta en su mencionado Libro de la Montería: «El valle de Vieja es buen monte de oso en ivierno… Et la primera vez que corrimos este monte, fallamos hi diez osos, e soltamos á los seis, et murieron los cuatro».

Sorprende el buen estado de conservación de este valle despoblado. Su microclima permite que en este territorio convivan especies de fauna y flora raras de ver por estas latitudes. Quizás el ejemplo más significativo lo tenemos en las loreras, un bosque subtropical que aun podemos ver crecer en algunos rincones de este mágico valle.

Cruzaremos el río por un puente de madera. Llevando el río a nuestra derecha comenzamos la ascensión entre densos brezales y algunos robles hasta el punto intermedio de la ruta, el Cerro de la Arena a 1231 m. Desde aquí restan 7 kilómetros hasta Guadalupe. 

La Puebla de Guadalupe

Si miramos a la derecha veremos el Pico Villuercas. A poco más de un kilómetro también se encuentra el Pozo de las Nieves. Cruzaremos la carretera de la abandonada base militar, para comenzar un descenso entre robles, castaños y pinos por la ladera de la Sierra de Ballesteros hasta llegar a la Ermita del Humilladero. Desde aquí tomaremos el Camino del Agua que discurre paralelo a la carretera para entrar en Guadalupe por la Calle del Matorral. Seguiremos por la Calle Real, Arco de San Pedro, Calle Nueva y llegaremos a la Plaza de Santa María de Guadalupe destino final de esta ruta.

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