DE CABEZA CON JUDIT,HOLOFERMES Y JAÍM.
Hace algún tiempo que hice uno de los retratos que más me gustan y escribí este pequeño relato que en su día me provocó algún que otro dolor de cabeza.
Mi amigo Antero prepara unas alubias como Dios y escribe unos relatos que me inspiran y me tientan al plagio. Cuando he leído su Revisión de la Historia de Judit y Holofermes, publicada en el blog Cuaderno de Febo, que a continuación transcribo: «Judit accede a la tienda del caudillo con un ánfora de vino cananeo. Pero Holofernes es afeminado, por lo que resulta fallida la osadía. Los israelitas eligen entonces a Jaím, el efebo más resbaloso de la tribu de Rubén, que consigue introducirse en la tienda de Holofernes. En vez de vino, le hechiza con un elixir importado de la India llamado té, una debilidad inconfesada del militar. El rapaz es sodomizado insaciablemente durante la noche por la corpulencia maciza e híspida del general. Pero, en el torpor de la amanecida, el patriótico impúber lo decapita… como estaba escrito»he recordado las veces, que siendo yo un chiquillo, subía emocionado por las escaleras de jaspe rojo, acariciando el barandal de bronce dorado. Ya en la antesala, escuchaba absorto la engolada voz del fraile que en manida letanía explicaba a los turistas: «Como ustedes pueden comprobar, la planta es un tetralobulado constituido por cuatro exedras, que cantonan los lados de un cuadrado central, que se cubre por cúpula con su cupulín y linterna, estando las exedras limitadas por pilares achaflanados y cubiertas por semicúpulas,En las hornacinas de los pilares se hayan las esculturas que representan a las Mujeres Fuertes de la Escritura. Son ocho y no siete como algunos cantan, talladas en las partes de los bustos, extremidades y encarnaciones, pero con las vestiduras realizadas con telas endurecidas y plegadas con suma habilidad.» De las ocho, la que más me atraía era Judit. La frágil belleza de la mujer contrastaba con la violencia con la que mi púber imaginación me llevaba a ver el momento de la decapitación.
Todavía hoy, cuando subo por las escaleras y llego a la sala, sigo sintiendo la misma atracción por la mujer que en la diestra sujeta la espada ensangrentada y con la otra la cabeza del general: es la única Mujer que me interesa. El señor Antero desvela en su cuento el verdadero motivo por el que Judit decapita al asirio y yo, aún sabiendo que esto despertará la ira en el del Guijo, me atrevo a escribir una revisión de la revisión: «La joven viuda de Betulia que dispuesta a sacrificarse por sus pueblo abandonó sus continuos ayunos y oraciones y en un acto de vanidad se engalanó con las joyas de sus días de gloria, no pudo tolerar que el aguerrido general prefiriera gozar con un complaciente Jaím y de esta forma, cuando el sueño de la embriaguez se impone y los jadeos del imberbe son suplidos por los ronquidos del asirio, entra en la tienda de púrpura y seda, toma la espada de Holofermes, que pende junto a su lecho, y con ella corta de un tajo la cabeza del enemigo de Israel, libertando así a su ciudad y a todo su pueblo… como estaba escrito.»
Mi destino ya está escrito. Aceptaré gustoso la invitación y disfrutaré de su hospitalidad. Con los sopores de los vinos del Guijo y la digestión de las judías del Barco, acompañadas de las gelatinosas patitas y orejas de guarro blanco, caeré en un profundo sueño. El Seductor subirá al desván aguardillado donde atesora los trofeos de sus viajes por los cinco continentes. Dudará entre el machete que una amazona de las selvas argentinas le regaló, la gumía que dice que perteneció al mismo Abdel Krim, o el impresionante alfanje turco. Desde lo alto de su atalaya, presentará mi cabeza al valle gritando con su voz cascada:
«¡Te deseo una travesía bonancible por lagos nórdicos, donde mozas vikingas vaguen en la bruma buscando Lohengrines persiguiendo Griales!»
Para mi querido Emilio Antero.
Tags: Blanco y negro, Emilio Antero, Guijo de Santa Bárbara, Retrato
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