Lisboa (I)

• 22 Feb 2012

Siempre nos quedará Lisboa

Desde siempre he sentido debilidad por la bella, decadente y polícroma Lisboa. Me declaro amante de su luz. Es una ciudad alegre aunque sus fados estén llenos de tristeza.

Es decadente, pero no es gris. Dicen de ella que hasta los daltónicos son capaces  de diferenciar sus colores. En sus anárquicas calles el amarillo, el color de la realeza, compite con el rosa republicano en las filigranas de los azulejos en los que se mira el Tajo. Dice Assis Pacheco en un poema  “Se eu fosse Deus parava o  sol sobre Lisboa”.  ¡Ay! Si yo fuese Dios… digo yo.

Me fascina la sonoridad de sus nombres; Chiado, Baixa, Bairro Alto, La Feira da Ladra, Rossio, Brasileira, Alfama, … Me rindo ante el aroma de una bica sentado en un café viendo pasar el tiempo.

 

Otra vez vuelvo a vertes
sombra que pasa a través de sombras y brilla
un momento a una luz fúnebre desconocida
y entra en la noche cual estela de barco al perderse
en el agua que dejamos oír…
Otra vez vuelvo a verte,
mas, ¡ay, a mí no vuelvo a verme!
Se rompió el espejo mágico en el que volvía a verme idéntico,
y en cada fragmento fatídico veo sólo un pedazo de mí,
¡un pedazo de ti y de mí!

(De Lisbon Revisited, F.Pessoa)

 

 

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