Saharauis
DESTERRADOS EN LA HAMADA
Un viaje inolvidable a la tierra de los olvidados, de los desterrados.
Algunas de las fotos de los campamentos de Refugiados Saharauis que hice en mi primer viaje al campamento de Dajla. En su día comencé un blog para intentar contar a los amigos cómo vivían los desterrados.http://hisparauis.blogspot.com/search/label/1%20Regreso%20a%20la%20Hammada
«En este viaje, a pesar de mi liviano equipaje de vuelta, he traído más cosas que he llevado, pero sé que una parte de mí se ha quedado para siempre en la Hamada. Se ha quedado con Naku, nuestro pececito del desierto; se ha quedado con las sonrisas limpias de los niños de mi nueva pandilla, con Halia que parece que tiene muelles en los pies, con Brahim el granaino, que para llamarme me dice quillo, con Salama, el niño grande, que no habla pero lo entiende todo, con las canciones saharauis de Nafic, con Fátima la niña de la sonrisa triste, con la belleza adolescente de Malaha, con las manos diminutas de Lahlah y con el resto de la recría que tienen nombres imposibles para mi mediocre fonética.
Conmigo se han venido el sabor amargo del té que mata al hambre; el silencio de la noche sólo roto por el canto gutural de los camellos (sé que el elefante barrita y que el perro ladra, pero el camello…); los momentos mágicos en los que Mafud pronunciaba el nombre de las estrellas, la constelación Zoraida que en lo más alto de ese cielo protector indica que llega el frío; el frío del desierto; la arena limpia que vela por los piececitos descalzos que la pisan; los pupitres de mi infancia que volví a ver en la madrazza; la ternura con la que Salma cuida a su niñito enfermo; las cicatrices del tiempo en el rostro curtido de Albarca Salma y las del alma en su mirada, la refugiada de los refugiados; la inquietud que me producen las camas vacías del hospital; la paz con la que Haduya reza al atardecer y Mafud juega a las damas con los sabios de la daira.
Ahora de vuelta a mi mundo de consumismo obsceno, en donde todos nos quejamos de todo, en donde la pobreza no tiene nombre propio, a pocos días de comidas y cenas opulentas, pienso con tristeza en ellos. Se quedan en la Hamada argelina, prisioneros de una de sus más antiguas maldiciones: “ojalá te destierren a la Hamada”. Dicen los que pasan allí más de una semana que es el infierno de los desiertos. Cuando lo digiera podré nombrar los nombres de la pobreza, porque este viaje me ha ofrecido la oportunidad de bautizar a esos seres anónimos que nos enseñan en los descafeinados telediarios y ver la inmensa playa sin mar en la que viven las mujeres sin playa.» N.G.G.
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