Los animales gregarios han desarrollado infinidad de estrategias para defenderse ante el ataque de un depredador. Los corderos cuando intuyen peligro optan por agrupase y guardar silencio, amparándose en la ley de probabilidades, con la esperanza de que el elegido por el pastor para ir al matadero sea otro. Sólo cuando uno es separado del resto bala con todas las fuerzas que el pánico le insufla, me imagino, pues aún no entiendo el lenguaje de las borregas, que lamentándose de su cobardía, pidiendo ayuda al resto. Mientras, sus compañeros respiran hondo y buscan alguna brizna de paja o si hay suerte una jugosa margarita que llevarse a la boca para rumiar.
Como aún me respetan las alergias sigo disfrutando de la primavera y me vienen a la cabeza los últimos versos del poema Es Olvido, de mi tocayo Nicanor Parra:
…
Hoy es un día azul de primavera,
creo que moriré de poesía,
de esa famosa joven melancólica
no recuerdo ni el nombre que tenía.
Sólo sé que pasó por este mundo
como una paloma fugitiva:
La olvidé sin quererlo, lentamente,
como todas las cosas de la vida.
Las fotos están hechas en la Viña del Maquinista una de estas tardes en las que sólo rompe el silencio el cantar de un cuco y las maldiciones en arameo de las ovejas.
Tags: El Siencio de los Corderos, Fotografía en Blanco y Negro. Viña del Maquinista, Nicanor Gil González
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