Viene con prisas la primavera y en el corazón de las Villuercas hay un lago en donde se miran castaños, alisos, álamos, robles, quejigos, fresnos, almendros, arces de Montpellier y alguno otro que se me escapa, dispuestos a vestirse de nuevo a la moda que marca la estación, a competir entre ellos en belleza. Ayer, poco antes del ocaso, me pareció ver a una náyade de ojos verdes nadando es las aguas tranquilas, feliz, ajena a las tragedias de los hombres.