Con las primeras luces fuimos a conocer a Jeringuilla, la camella más coqueta y altiva del Sahara y a su pequeño, bueno, mi pequeño camello, al que Mahayud, unos días después, cuando me lo regaló, puso por nombre Maglub (el que va por donde él quiere, no por donde le dicen).
Haduya ordeñó a Jeringuilla y la leche caliente y espumosa me hizo recordar aquellos años de mi infancia, cuando iba a ayudar a Blasita a ordeñar sus magníficas suizas y luego, casi clandestinamente, eso me hacía creer ella, metía mi cabeza en el caldero y absorvía la espuma blanca. Y por un momento me olvidé de las precauciones de salubridad que tanto nos obsesionan hoy día y volví a beber la leche recién ordeñada.
Después participamos en rito el del sacrifico del cabrito (al quitarle años de encima evito la palabra malsonante) y pudimos observar el respeto con el que Basir realizó la ceremonia de agradecimiento y la ilusión con la que Nafic lo sujetaba.
Nota para Sandra: He encontrado a Nafic en perfecto estado, se le nota el verano pasado en las tierras gaditanas.
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