Y Salama, el único, sin necesidad de leer las instrucciones que de forma minuciosa escribió Inma, empalmó cables y orientó la placa (milagrosamente sobrevivió al ajetreo del camión y al delicado trato de los argelinos con los equipajes) y la luz se hizo.
A la llamada de los caramelos acudió Halia, una carita toda ojos, con muelles en los pies. Las sonrisas permanentes de ella y de Daf se vinieron con nosotros. La inquietud de estos dos personajitos me impidió hacer la foto que yo perseguía.
Ni siquiera cuando la fiebre y el dolor de oídos le atacaban perdía la sonrisa.
Aunque, a decir verdad, nuestros anfitriones saben administrar muy bien sus escasos recursos y son buenos cocineros.
Rosa y Julia tardaron poco tiempo en mimetizarse y sacaron buenas notas en los primeros controles para el título de Hisparaui.
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