Recuperados de la larga jornada anterior y después de un frugal desayuno, desempaquetamos los regalos y el poco material escolar que pudimos llevar y nos fuimos a la madraza donde estudia Naku.
Es inevitable trasportarte a los años de la infancia. Maestros y maestras que con pocos medios intentan que los niños adquieran un tesoro que nadie les podrá arrebatar. ¡Qué diferencia con el ordenador por dos alumnos de las aulas del primer mundo de nuestros hijos! (bueno de Extremadura, que en esto estamos en cabeza)
Cuando hablas con los maestros no pueden ocultar cierto desengaño ¿Cómo lograr que los niños estudien con ilusión, sabiendo que los que vuelven a los Campamentos con estudios universitarios regresan para ver pasar el tiempo? Difícil papeleta la de estos maestros.
Como este blog es un poco blog Denuncia, me hago portavoz de las quejas de los alumnos seguidores de Barça (mayoría) que tienen que aguantar las alineaciones del Madrid que les dicta su profesor de Educación Física
Después fuimos a buscar unos ladrillos para reconstruir la cocina. Allí en el desierto llueve pocas veces, pero cuando lo hace, lo hace con toda la mala leche que tienen los seres celestiales con los más desprotegidos.
Los ladrillos se hacen con arena y agua, y se dejan secar al sol tres días. Cuando llueve se deshacen como azucarillos en el té. El agua en el campamento de Dajla está a pocos metros de la superficie, pero tiene un alto grado de salinidad y no es potable. Los viejos dicen que antes no era así, que ya no la beben ni los camellos.
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